jueves, 26 de julio de 2012

Detalle

Está sentada a unos tres metros de mí. Tiene una pierna sobre la otra, la espalda recta, los hombros relajados. La mano izquierda sostiene el lomo de un libro sobre su regazo, la derecha, acaricia distraídamente el margen de una de las páginas, anticipando el momento de pasarla. Lleva el cabello firmemente recogido, pero un mechón se escapa por delante de su oreja, y cae hacia el libro, formando un ángulo con su cabeza ligeramente inclinada. Sus ojos bajos siguen atentamente las líneas, sus labios se mantienen cerrados sin tensión. La concentración otorga a su rostro una elegancia inexplicable. Combina la fortaleza de una esfinge con la delicadeza de una estatua. La luz cae suavemente sobre su hombro derecho.
Me parece que podría quedarme aquí y contemplarla durante minutos, horas, siglos. 

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